
Amorúa
Arte por Caño Mochuelo
Territorio
CAÑO MOCHUELO ES...
94.670 hectáreas de llano
Aquí convivimos 14 comunidades de 10 pueblos indígenas de la Orinoquia con ríos, con monte y con sabana, con animales y plantas, con espíritus y enigmas.
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Una estrella fluvial
El agua es nuestro elemento. Tenemos el río Casanare por el norte y el río Meta por el sur, además de numerosos caños menores, esteros, lagunas y morichales. Los dos grandes ríos van juntándose, buscando al río Ariporo y al caño Aguaclara, que atraviesan por todo el corazón del resguardo. En la punta oriental, en el límite del departamento, a 47 kilómetros de la frontera con Venezuela, confluye el Ariporo en el Casanare y el Aguaclara en el Meta, y después el Casanare en el Meta, que sigue su curso hasta el Orinoco. Un curso que nuestros abuelos navegaron siempre, sin pensar en fronteras o linderos, y que ahora está más allá del alcance de nuestros hijos y nietos.
Mapa comunidades
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Ilustración de Andrés Chaparro
Resguardo Indígena Caño Mochuelo
Territorio multicultural y biodiverso
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Una historia
Miles de historias. Hogar de aproximadamente 3300 niños, mujeres y hombres. Pertenecemos al territorio, y el territorio nos pertenece. Esta tierra nos ha hecho y nosotros la hemos hecho a ella. Algunos pueblos vivimos históricamente de la caza y la recolección, en un territorio que en otro tiempo era abundante, y otros somos cultivadores por tradición. Pero todos, sin excepción, hemos tejido el territorio por caminos que se entrecruzan en el espacio y en el tiempo. Cada pueblo con sus saberes y rituales, su lengua y su literatura; cada uno dueño del fruto de su pericia y del producto de sus artes y oficios; cada uno con su identidad, aportando a la gran sociedad indígena que existía aquí antes de que llegaran los colonos y, antes de ellos, los misioneros. La nuestra es una sociedad de cuñados, sobrinos, tíos, yernos y suegros, hoy transfigurada y que luchamos por conservar. Todos bajo una Ley de Origen entregada a cada pueblo, desde la que se orienta el ordenamiento, manejo, conservación y respeto por la naturaleza, a partir de las prácticas culturales que se transmiten de generación en generación. Somos lo que queda de los pueblos originarios de la Orinoquia, patrimonio inmaterial de la humanidad.
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Un cruce de caminos
En nuestro territorio se han encontrado y se han desencontrado las culturas. El resguardo es un relato vivo, que construimos cada día, hecho de muchos relatos. Es un rompecabezas, como la historia de América, y especialmente del llano y de la selva. Nuestras rutas ancestrales se extienden por más de 3 millones de hectáreas entre los departamentos de Guaviare, Vichada, Meta, Casanare y Arauca, y se adentran en Venezuela.

Mapa de las rutas ancestrales
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Dolor
Al final, muchos llegamos a Mochuelo buscando refugio. Porque aquí en los Llanos han pasado cosas que la mayoría de los colombianos desconocen… y que deberían saber. Hemos sido víctimas del conflicto armado, como tantos otros en este país, pero antes de eso fuimos perseguidos, desplazados y exterminados por nuestra tierra. “Guahibiar”, “cuibiar”, así decían los colonos cuando salían a cazar indígenas, como sinónimo de civilizar, hasta hace pocas décadas.* Con el tiempo, nuestro territorio ancestral se fue llenando de haciendas y fundaciones y nuestra población disminuyó drásticamente, al punto que muchos, si no todos, los pueblos del resguardo hoy enfrentamos la posibilidad de la desaparición física y cultural. En 1974 se declara la reserva de Caño Mochuelo en favor de 5 pueblos: "Cuiva, Masiguare, Tsiripú, Sáliva y Guahibo" (Wámonae, Maibén-Masiware, Tsiripu, Sáliba y Sikuani). Con la Resolución del INCORA n.º 003 de 1986 se confiere el carácter legal de resguardo, en beneficio de 9 pueblos: "Cuiva, Guahibo, Saliva, Tsiripú, Masiguare, Mariposos, Amorúa, Piapoco y Wipigui" (Wámonae, Sikuani, Sáliba, Tsiripu, Maibén-Masiware, Yamaleros-Yaruros, Amorúa, Piapoco y Waüpijiwi).
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Una lucha
Por la pervivencia de culturas que hoy están en riesgo de desaparecer; por el derecho a recorrer las rutas y caminos ancestrales, y a visitar los espacios sagrados de cada pueblo, más allá de las fronteras trazadas para resguardarnos de un entorno hostil; por la transmisión de nuestros saberes y tradiciones, de nuestras lenguas y relatos, de nuestras creencias y rituales. Y una lucha por superar el hacinamiento y la carestía a través de la ampliación del resguardo, pues hoy todos dependemos de la agricultura, pero la tierra disponible representa apenas el 15% de la extensión mínima que requiere cada familia, según la Unidad Agrícola Familiar en esta región.** En suma, Caño Mochuelo es parte de la lucha por la dignidad de los pueblos indígenas y el reconocimiento material, no solo formal, del carácter pluriétnico y multicultural de la nación colombiana.



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Una oportunidad
Para proteger el territorio, para resguardar no solo nuestras culturas, sino toda la riqueza natural de esta región que, como tantas otras en Colombia y en el mundo, han sufrido por causa del hombre; para reencontrar y fortalecer otras formas de vivir, prácticas culturales que contribuyen a la sostenibilidad, que no son experimentos ni innovaciones, sino un legado de tradiciones recibidas por cada pueblo en el origen. Pueblos que han demostrado durante miles de años que se puede vivir en armonía con la naturaleza a partir de la cultura. Caño Mochuelo es una oportunidad para encontrar nuevas formas de convivencia intercultural, entre modos de vida campesinos e indígenas que aporten a la conservación y restauración de las áreas naturales de la Orinoquia.















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* Ortiz Gómez, F, “Nómadas en el oriente colombiano: una respuesta adaptativa al entorno social”. Maguaré, no. 17 (2003): 279.
** Instituto Colombiano de Desarrollo Rural, Acuerdo 132 de 2008., “Por el cual se señala para cada región o zona, las extensiones máximas y mínimas adjudicables de los baldíos productivos en unidades agrícolas familiares, de que trata la Ley 1152 de 2007”.