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EXPOSICIÓN VIRTUAL

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Universo en peligro

El Resguardo Indígena de Caño Mochuelo es un territorio ubicado en el corazón de las sabanas inundables de la Orinoquía. Aquí, en el extremo oriental de Colombia, donde confluyen los ríos Meta y Casanare, hoy conviven diez pueblos indígenas ancestrales. Los Amorúa, Maibén- Masiware, Piapoco, Sáliba, Sikuani, Tsiripu, Wámonae, Waüpijiwi, Yamalero y Yaruro son culturas estrechamente ligadas a la compleja red de vida y a los ciclos naturales de este ecosistema, uno de los más amenazados de Colombia, donde se enraízan sus cosmogonías y rituales, sus leyes y costumbres, sus modos de producción y prácticas de gestión del territorio.


Estos pueblos, muchos de ellos nómadas y seminómadas, recorrían un territorio de más de 3 millones de hectáreas, a través de corredores de importancia biológica y cultural. Hoy, solo cuentan con 94.670 hectáreas y por lo menos cuatro de ellos están en riesgo de desaparición física y cultural. Y es que, en estas sabanas, que se convierten en un inmenso humedal durante ocho meses al año, siguen abiertas las heridas de una historia de exterminio, despojo y confinamiento. Inicialmente constituido como reserva en 1974, el resguardo fue declarado en 1986 como medida de urgencia para evitar la completa desaparición de los pueblos originarios de la región, debido a que los colonos practicaban hasta hace pocas décadas la masacre de indígenas –las infames guahibiadas y cuibiadas–.

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Aunque puede sonar extensa, el área del resguardo es menos del 14 % de la que se requiere para el sostenimiento de las 803 familias que hoy lo habitan, según el cálculo oficial del potencial productivo de la tierra (unidad agrícola familiar o UAF). Esta insuficiencia ha afectado los recursos naturales de los cuales dependen las comunidades, generando conflictos internos y externos al resguardo.


La historia y la situación actual de los pueblos indígenas confinados en Caño Mochuelo cuestiona la integridad de una nación que hoy se reconoce como pluriétnica y multicultural; y también es una grave amenaza para los ecosistemas estratégicos y la rica biodiversidad de esta región, cuyo cuidado depende críticamente de esa diversidad cultural que está en riesgo de desaparecer.


Esta exposición es un homenaje a diez pueblos indígenas cuya existencia muchísimos colombianos desconocemos; y es también una llamada de alerta a las instituciones públicas y a la sociedad civil para la protección de la cultura y la conservación de la biodiversidad de un territorio de una riqueza única. Es una oportunidad para que actores diversos de la sociedad nos unamos en la recuperación de los corredores bioculturales necesarios para la sostenibilidad ambiental y social de este territorio y de las futuras generaciones indígenas. Finalmente, es una invitación para contribuir al fortalecimiento de la gestión interna del resguardo, dignificando a los mayores, últimos guardianes de saberes milenarios, revitalizando sus culturas y garantizando de esa manera el buen vivir de las comunidades, especialmente de todos los niños y niñas que hoy enfrentan la amenaza del hambre y la enfermedad.

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